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El patinaje según Álvaro Herce Rosales

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Queremos compartir con vosotros unas palabras que nos mandó recientemente Álvaro Hezce que nos ha enternecido a todos. Álvaro es un monitor muy experimentado a pesar de su juventud. Es las ventaja de pertenecer a una familia patinadora donde aprendes a patinar justo después de aprender a andar.

Tras varios años como alumno y algunos meses echando una mano a los monitores, recientemente se ha estrenado como monitor, algo con lo que claramente disfruta viendolo con los niños y leyendo sus palabras.

Además, nos es grato ver que aprecia y transmite perfectamente esos valores que siempre han sido lo que ha guiado nuestros pasos.

Adolescentes como él asegura el futuro de este deporte y son el futuro de este club.

Un abrazo, Álvaro.


Álvaro en una de sus primeras excursiones con el Club

Son las 14,50, voy en el bus de vuelta a mi casa y no sé si estoy agotado, eufórico, emocionado o un maravilloso coctel de emociones. Lo que sé es que hoy ha sido uno de los días más importantes de mi vida de patinador, y esto me ha llevado a echar la vista atrás y… bueno, a veces los recuerdos sacan alguna que otra lagrimita, ¿verdad?

Hoy he sustituido a una monitora en el Teatro Lope de Vega, y nada más empezar me he llevado a l@s niñ@s de excursión a un paseo un tanto… lejillo. 

Cuando era un renacuajo, (que sí, que lo sigo siendo, ja ja ja, pero en serio, cuando era más pequeño) mi padre solía llevarme a un lugar pasado el puente del Alamillo lleno de largas rampas amarillas, donde uno puede coger velocidad, gritar como un indio (o un indio perdido), y sentir como vuela en el contrastado paisaje de césped, río, hojas secas y un sin fín de coches pitando. Sentirse libre y salvaje, al lado de la estresante algarabía urbanita. Ironías de la vida.

Y sí, hoy, tras 6 años de mi último viaje, he decidido llevarme a l@s niñ@s perdidos al recién bautizado “Paseo de Nunca Jamás». Puede que el nombre sea algo ambicioso pero, ¿quién me prohíbe a mí llamarlo así? Pues ea, dicho queda. 

Y entre ruedas gastadas, molestas hojas en los tacos y buchitos de agua, llegamos al lugar. ¿Sabéis eso que dicen de que no hay nada más bonito que la sonrisa de un(a) niñ@? No hay mayor verdad. Esa sonrisa mágica. Esa sonrisa llena de churretes y sudor que te mira asfixiada y grita: OTRA VEZ, OTRA VEZ. Miras el reloj, sabes que no te da tiempo y aun así, cuando menos te lo esperas tus pies ya están sobre la rampa y los rodamientos de cada patín están rugiendo de alegría. 

Por eso hoy, este pequeño Peter Pan quiere dar las gracias. Agradecer el haberme criado en unos valores de amistad tan fuertes, que convierten al resto de patinadores en algo más que amig@s, en una familia. El haber visto como una mano desconocida te levantaba del suelo. El haber escuchado, tras la caída de culo más dolorosa de tu vida, un “CATAPUMCHIMPÚN” y levantarte entre risas bañadas de lágrimas. El cogerle cariño a unas protecciones que te han salvado de más de una herida, o el quemar freno hasta estamparte contra un árbol porque el taco era demasiado nuevo (o tú un pelín torpe).

Hoy quiero agradecer el haber crecido sobre cuatro ruedas en cada pata. Hoy quiero agradecer haber crecido con el Club de Patinadores de Sevilla.