No sé si te ha extrañado del título del artículo o ya lo has pensado alguna vez. Si, el mundo del patinaje (al menos el patinaje lúdico) se parece mucho al mundo de Peter Pan y los niños perdidos. ¿Qué no lo has visto todavía? Pues vamos a hacernos algunas preguntas y lo entenderás:
¿Nos convertimos en niños?
Cuando nos ponemos los patines, la sensación de libertad que te ofrece, unido al buen ambiente que es tónica general en todos los grupos, nos rejuvenece. De pronto nos libera del día a día y nos dan ganas de hacer cosas que ni se nos hubiera ocurrido un rato antes.
Nos transformamos en niños perdidos, niños que se quieren quedar con esta sensación eternamente, que no quieren que se acabe la ruta, aunque el cuerpo ya no aguante al cabo de unas horas. Dicho de otra manera, adquirimos el Síndrome de Peter Pan (https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADndrome_de_Peter_Pan).
Vale, ¡pero no veo el País de Nunca Jamás!
Al agruparnos para rutas, todo se engrandece más, tus ganas de divertirte se multiplican al unirse con las de otros que sienten lo mismo. Muchas veces entran en este mundo otros niños perdidos que no llevan patines, pero que se sienten igualmente atraídos por la libertad, compañerismo y ganas de pasarlo bien.
Por otro lado, la ciudad se transforma también. Rinconcitos que antes no lo veías, ahora son muy valiosos porque tienen una rampa, porque permite que nos sentemos todos junto a compartir un bocadillo o una tortilla, porque pasar por ese sitio tiene alguna dificultad extra que quieres superar, … Ponernos los patines es como cuando Peter Pan, Wendy, Campanilla y compañía sobrevolaban Londres de camino al País de Nunca Jamás.
¿Y Peter Pan?
En todos los grupos siempre hay uno que es «el que más inventa», al que se le ocurre la idea más descabellada y divertida, el que siempre te anima a ir al País de Nunca Jamás aunque estés atrapado en el sofá muy agustito. Ahí está tu Peter Pan, ¿a que ya se te ha ocurrido algún nombre?
¿Y Wendy?
También hay otros que ponen un granito de sensatez: vamos a jugar, pero vamos a medir las consecuencias. Son patinadores que quieren ser niños, pero de forma segura y organizada. Estos no destacan en los grupos tanto como los Peter Pan, pero sin ellos todo sería distinto porque son los promotores de las actividades, los que hacen que «los planes salgan bien», los que consiguen un País de Nunca Jamás más grande y divertido.
Ummmm, me falta Campanilla…
¿Qué es lo que da Campanilla a Peter Pan y los Niños Perdidos para que vuelen? ¿Qué es lo que nos hace volar a los patinadores?
Pues sí, ya lo has adivinado: Campanilla está ahí, aunque no la veamos, poniendo polvos de hadas a los patines, bicis, patinetes, …, incluso a bicicletas-escoba que son capaces de llevar a 7-8 niños para que descansen un rato en las jornadas largas.
Me da miedo preguntar: ¿Y el Capitán Garfio?
¿Te acuerdas del tío esaborío ese que siempre se queja de que los niños están haciendo mucho ruido? ¿Y de ese ciclista que se cree dueño de los carriles bici?
Bueno, hay muchos Garfios, pero no es que sean malos, es que a ellos les gustaría ser también niños, pero no se acuerdan como se hacía. Sienten mucha envidia y la canalizan con protestando. Como decía el Principito: «Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan)”.
¿Y hasta cuando puedo se niño perdido?
Lamentablemente, nuestro País de Nunca Jamás, a diferencia del de la película, no tiene la capacidad de mantenernos físicamente jóvenes siempre. Pero hay alternativas para seguir en este mundo con todas las edades y disfrutar de él de joven, con tus hijos y sobrinos, incluso con tus nietos. Pero lo importante es que por dentro siempre te sientas joven, entonces, no dejarás nunca de ser niño perdido.
¡¡La vida en patines, la vida mejor!!